lunes, 14 de mayo de 2012

Esteban Ana, un berdulero a domisillio


Consigna: A partir del cuento "RebecA, una muger inolvidable", relatar un microcuento con errores de ortografía y pasajes humorísticos.

Como todos los days Esteban estaba sentado en la precaria banqueta de su berdulería, esperando que algún cliente le fuera a comprarle algo. El tempo pasaba y pasaba, y lo único que pensaba es “Ke ago con toas stas berduras y frutas?”. Por esa razón, comenzó a idear nueva alternativaS para atraer clientela. Una de ellas fue hacer la oferta de 2 kilitos de cualquier producto por el precio de uno. Pero lamentablemente esa opción no le funcionó. Otra de sus ideas fue un kiss por cada kilo de mercadería que le compraban. Pero resultó que venían muchos gays a comprar y a Esteban ya no le estaba gustando pa’ nada la situación de decir “No la oferta se acabó” y que le dejaran de comprar. Por eso, su última idea fue la de vender su productoS a domisillio.
Ahora su trabajo era tomar pedidos por teléfono y salir a repartirlos en su motito. Las chicas de la cuadra llamaban constantemente, el telephone no paraba de sonar, era un continuo “ring - ring”. El típico discurso que tenía al levantar el tubo del teléfono era “Holandaaaa, ute’ se ha comunicao con la berdulería pa’ vos, como dice ke le va?” luego seguía la toma de pedido, y cada tanto le decía “algo ma’”,  y ni hablemos si era una compradora femenina, le decía “si compra un poquito ma’ y se lleva un besito de yapa”. Las compradoras estaban totalmente locas por el chico del delivery de berdulería, pero la sorpresa llegaba cuando lo veían, decían algo así como, “Ahh, era este banana? Pense que era alguien como la gente!”. Esa clase de comentarios recibía el pobre Esteban cada vez que lo veían.
A pesar de todo Esteban seguía con su proyecto de venta, pero su apariencia no lo favorecía en cuanto a la publicidad de su shop, ya que no le daba importancia a la pilcha, y bueno digamos que, de cara era medio feucho también. Tenía cejas muy gruesas, a tal punto que parecía ser una sola. Su nariz era anormal decían por ahí, cada vez que lo cruzaban le decían “Eu vos, el nariz de banana!”. Era muy triste su situación con las minitas, no tenía novia, y la última vez que tuvo una fue en preescolar.
Por desgracia su éxito en la berdulería duró menos que un pedo en la mano, y tuvo que dedicarse a otra cosa, quizás hoy esté durmiendo en la calle y pidiendo una monedita.

Carla Fidanza

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