viernes, 27 de mayo de 2011

Curso: La literatura en la era digital: propuestas para trabajar con las netbooks; www.educ.ar Módulo II , opción a) Imagen de los aborígenes america

Actividad pensada para un 5º año de la escuela secundaria:

A partir del siguiente texto, La conquista de América; el problema del otro, Tzvetan Todorov, el cual puede ser leído desde estos dos links, http://books.google.com.ar/books?id=mymzZ14iRdMC&pg=PA108&lpg=PA108&dq=malinche%2Btzvetan+todorov&source=bl&ots=rZUJM4j4YV&sig=Hu0ootCm_9rShSFySGgrcstwL5U&hl=es&ei=YR3gTbKoDMS3tgfapIT6CQ&sa=X&oi=book_result&ct=result&resnum=1&ved=0CBYQ6AEwAA#v=onepage&q&f=false

http://diario-a-bordo.lacoctelera.net/post/2007/07/14/-cuestion-del-otro-tzvetan-todorov-sobre-primeros

se propone, a partir del eje “la imagen de los aborígenes americanos (desde la mirada europea)”; más precisamente partiendo de la figura de la mujer indígena: la Malinche o su traducción al español, María, analizar los siguientes subejes:

1) Quién fue la Malinche, etimología del nombre. Qué papel cumplía entre los aborígenes y cómo pasó a ser la intérprete.

2) El poder de la mujer aborigen y el poder de la palabra. Palabra náhuatl vs palabra europea.

3) Doble relación -de poder y amorosa- con dos hombres: Moctezuma vs Cortés. Destino de ambas realidades: la aborigen y la europea.

4) Las miradas masculinas sobre el accionar de la Malinche.

5) Las opiniones de la crítica: la Malinche como “traicionera” o “entregadora”.

6) La religión y la política o relaciones de “diplomacia” entre los europeos y aborígenes, mediados por la figura de la Malinche.

Luego del análisis de estos subejes se espera que puedan ser unidos en un texto y darle forma en diapositivas mediante un power point.

Otra opción es que tomen la imagen de la Malinche y la comparen con alguna otra figura femenina de la historia latinoamericana, por ejemplo, Eva Duarte de Perón, Juana Azurduy, entre otras y a través de un texto se logre aunar similitudes y establecer diferencias entre el accionar y el pensar de cada una de ellas.

viernes, 20 de mayo de 2011

Puzzle, Julio Cortázar

V. Puzzle

A Rufus King

Usted había hecho las cosas con tanta limpieza que nadie, ni siquiera el muerto, hubiese podido culparlo del asesinato.

En la noche, cuando las sustancias se sumergen en una identidad de aristas y de planos que sólo la luz podría romper, usted vino armado de un cuchillo curvo, de hoja vibrante y sonora, y se detuvo junto a la habitación. Escuchó, y al no hallar más réplica que la del silencio, empujó la puerta; no con la lentitud sistemática del personaje de Poe, aquel que le tenía odio a un ojo, sino con alegre decisión, como cuando se entra en casa de la novia o se acude a recibir un aumento de sueldo. Usted empujó la puerta, y sólo un motivo de elemental precaución pudo disuadirlo de silbar una tonada. Que, no está de más decirlo, hubiera sido Gimiendo por ti.

Ralph solía dormir de costado, ofreciendo un flanco a las miradas o los cuchillos. Usted se acercó despacio, calculando la distancia que lo separaba del lecho; cuando estuvo a un metro, hizo alto. La ventana, que Ralph dejaba abierta para recibir la brisa del amanecer (y levantarse a cerrarla por el mero placer de dormir nuevamente hasta las diez), permitía el acceso a los letreros luminosos. Nueva York estaba rumorosa y llena de caprichos esa noche, y a usted le causó gracia observar la competencia entablada, sin cuartel, entre las marcas de cigarrillos y los distintos tipos de neumáticos.

Pero ése no era momento para ideas humorísticas. Había que concluir una tarea iniciada con alegre decisión y usted, hundiéndose los dedos en el cabello y echando ese cabello hacia atrás, se resolvió a dar una puñalada a Ralph, ahorrando todo preliminar y toda mise en scène.

Acorde con tal principio, usted puso el pie derecho en la alfombrita roja que señalaba el emplazamiento justo del lecho de Ralph (claro está que un paso hacia delante); olvidándose de los carteles luminosos, giró el torso hacia la izquierda y, moviendo el brazo como si estuviera por lanzar un tiro de golf, enterró el cuchillo en el costado de Ralph, algunos centímetros por debajo del sobaco.

Ralph se despertó en el preciso instante de morir, y tuvo conciencia de su muerte. Eso no dejó de agradarle a usted. Prefería que Ralph comprendiera su muerte, y que la cesación de tan odiada vida tuviera otro espectador directamente interesado en ello.

Ralph dejó huir un suspiro, y luego un quejido, y después otro suspiro, y después un borborigmo, y nada quedó en el aire que pudiese hacer dudar de que la muerte había entrado junto con el cuchillo y se abrazaba a su nueva conquista.

Usted desenterró la hoja, la limpió en su pañuelo, acarició suavemente el cabello de Ralph —lo cual era una ofensa premeditada— y fue hacia la ventana. Estuvo largo rato inclinado sobre el abismo, mirando Nueva York. La miraba atentamente, con gesto de descubridor que se adelanta visualmente a la proa de su navío. La noche era antipoética y calva. Allá abajo, siluetas de automóviles regresaban a condición de escarabajos y luciérnagas por el imperio del color y la hora y la distancia.

Usted abrió la puerta, la cerró otra vez, y se fue por el corredor, con una dulce sonrisa de ángel perdida fuera de los dientes.

—Buen día.

—Buen día.

—¿Dormiste bien?

—Bien. ¿Y tú?

—Bien.

—¿Tomas el desayuno?

—Sí, hermanita.

—¿Café?

—Bueno, hermanita.

—¿Bizcochos?

—Gracias, hermanita.

—Aquí tienes el diario.

—Lo leeré, hermanita.

—Es raro que Ralph no se haya levantado aún.

—Es muy raro, hermanita.

Rebeca estaba frente al espejo, empolvándose. La policía observaba sus movimientos desde la puerta de la habitación. El agente con rostro de pajarera celeste tenía un modo sospechoso de mirar, presumiendo culpabilidades desde lejos.

El polvo cubría las mejillas de Rebeca. Se maquillaba de manera mecánica, pensando todo el tiempo en Ralph. En las piernas de Ralph, en sus muslos lisos y blancos. En las clavículas de Ralph, tan personales. En la manera de vestirse de Ralph, su artístico desaliño.

Usted estaba en su habitación, rodeado por el inspector y varios detectives. Le hacían preguntas, y usted las contestaba, hundiéndose la mano izquierda en el cabello.

—No sé nada, señores. Ayer a la tarde lo vi por última vez.

—¿Cree en un suicidio?

—Lo creería si viese el cadáver.

—Quizá lo encontremos hoy.

—¿No había huellas de violencia en la habitación?

Los agentes se maravillaron de que usted se pusiera a interrogar al inspector, y eso le produjo a usted una inmensa gracia. El inspector, por su parte, no salía de su asombro.

—No, no hay huellas de violencia.

—Ah. Pensé que podrían haber encontrado sangre en el lecho, en la almohada.

—Quién sabe.

—¿Por qué lo dices?

—Aún falta algo por hacer.

—¿Qué cosa, hermanita?

—Cenar.

—¡Bah!

—Y esperar la llegada de Ralph.

—Ojalá llegue.

—Llegará.

—Hablas con firmeza, hermanita.

—Llegará.

—Me convences.

—Te convencerás.

Fue entonces que usted pasó revista a algunos acontecimientos. Lo hizo aprovechando un alto en el asedio policial.

Usted recordó cómo pesaba. Usted se dijo que la destreza había sido un factor importante en la obtención del resultado. El corredor, al amanecer. Y el cielo plomizo, cargado de perros ambulantes color manteca.

Habría que dar pintura a alguna jaula de pájaros, pronto. Comprar una pintura carmesí, o mejor bermellón, o mejor aún púrpura, aunque quizá el color por excelencia fuese el violado. Pintar la jaula de violado, utilizando el pantalón y la camisa que ahora reposaban junto a una cosa.

Segundo: Usted pensó en la necesidad de comprar arena, fraccionarla en gran cantidad de paquetes de cinco kilos, y llevarla a la casa. La arena serviría para contrarrestar derivaciones de orden sensorial.

Tercero: Usted pensó que la tranquilidad de Rebeca debía tener orígenes neuróticos, y empezó a preguntarse si, después de todo, no le habría hecho un señalado favor.

Pero, claro está, esas cosas no podían averiguarse claramente.

—Adiós, sargento. —Adiós, señor.

—Feliz Nochebuena, sargento.

—Lo mismo le digo, señor.

La casa sola, y sus dos ocupantes.

Rebeca puso la tapa a la olla de la sopa. La puso despaciosamente. Usted estaba en el comedor, oyendo radio, a la espera de la cena. Rebeca miró la olla, luego la fuente de ensalada, y después el vino. Usted criticaba mentalmente a Ruddy Vallée.

Rebeca entró con la bandeja, y fue a sentarse en su sitio mientras usted cerraba el receptor y ocupaba la silla de la cabecera.

—No ha vuelto.

—Volverá.

—Puede ser, hermanita.

—¿Es que acaso lo dudas?

—No. Es decir, quisiera no dudarlo.

—Te digo que volverá.

Usted se sintió arrastrado hacia la ironía. Era peligroso, pero usted no se arredraba.

—Me pregunto si alguien que no se ha ido... puede volver.

Rebeca lo miraba a usted con una fijeza increíble.

—Eso es lo que yo me pregunto.

A usted no le gustó nada esa respuesta.

—¿Por qué te lo preguntas, hermanita?

Rebeca lo miraba a usted con una fijeza increíble.

—¿Por qué suponer que él no se ha ido?

A usted se le estaban empezando a erizar los cabellos de la nuca.

—¿Por qué? ¿Por qué, hermanita?

Rebeca lo miraba a usted con una fijeza increíble.

—Sirve la sopa.

—¿Por qué he de servirla yo, hermanita?

—Sírvela tú, esta noche.

—Bueno, hermanita.

Rebeca le alcanzó la olla de la sopa, y usted la puso a su lado. No sentía ningún apetito, cosa que usted mismo había previsto.

Rebeca lo miraba a usted con una fijeza increíble.

Entonces, usted levantó la tapa de la olla. La fue levantando despacio, tan despacio como Rebeca la había puesto. Usted sentía un extraño miedo de descubrir la olla de la sopa, pero comprendía que se trataba una mala jugada de sus nervios. Usted pensó en lo bueno que sería estar lejos, en la planta baja, y no en el último de los treinta pisos, a solas con ella.

Rebeca lo miraba a usted con una fijeza increíble.

Y cuando la tapa de la olla quedó enteramente levantada, y usted miró el interior, y después miró a Rebeca, y Rebeca lo miró a usted con una fijeza increíble, y miró después el interior de la olla, y sonrió, y usted se puso a gemir, y todo decidió bailarle delante de los ojos, las cosas fueron perdiendo relieve, y sólo quedó la visión de la tapa, levantándose despacio, el líquido en la olla, y... y...

Usted no había esperado eso. Usted era demasiado inteligente como para esperar eso. A usted le sobraba de tal manera la inteligencia que el excedente se sintió incapacitado para seguir viviendo en el interior de su cerebro y decidió buscar una escapatoria. Ahora, usted hace números y más números, sentado en el camastro. Nadie consigue arrancarle una sola palabra, pero usted suele mirar hacia la ventana, como si esperara ver avisos luminosos, y después adelanta el pie derecho, gira el torso a la manera de quien se dispone a dar un golpe de golf, y entierra la mano vacía en el vacío aire de la celda.

1938


http://www.bariloche2000.com/cultura/una-de-poetas/51195-cavallin-no-calla-ahora.html

jueves, 19 de mayo de 2011

a sabiendas

nunca queda nada por decir del todo

el eco de las palabras mías

se las llevó en su muda de ropa

esa rubia blonda

me cago de risa de las desgracias ajenas

que piensan que todo es así y así queda

conformistas inútiles

agobernados

incapaces de pensar por sí

si, me causa risa la desgracia ajena, y qué?

acaso vos no te reías de mí?

fui una desgraciada

cuando me paseaba desnuda

por la casa a oscuras

desnucada de la noche tanta, si, tanta

y había comprado un tul balnco

para hacer de telón

y te me cagaste de risa

inicio y fin del acto I

una obra teatral unipersonal

como una pajeada. Fín,

me aplaudí de pie.

Y qué? grito, si, grito

para adentro y para afuera

que escuchen, qué me importa

las tripitas tiene que respirar

como tuve que respirar yo

de la bronca que me dio

ese fernet de mierda que me prepararon

en el bar del trolo Gómez

pensaron que me lo iba a tomar

así porque así?

no, a esta lengua, la vendimia

la sagrada, sino, corchitos de colores

para todos lados, eh?

Me cago en la flojera

en los flojos

un poco de "querete un poco", che

es eso nomás, tan simple

y de queriendas es

y esa rubia blonda que empaña

sus raibans con sus iris

colapsados

me saco la careta y no la quiero

más, ni la triste ni la alegre

es esta mi cara

la que ves cuando me levanto

y la misma de cuando me acuesto

volviendo al tul

lo hice souvenir de cumpleaños

de mi perra

y tendrías que ver una

de la Sarli para que sepas

que me dejo crecer la uñas para rascarte

en vez de las tetas

porque las de la tv

me repugnan

como me repugna que no seas

pura piel de torito

y si, es así

odio el reggeaton como odio

las noches sin estrellas

es mi ley de murphy

y ya basta

es hora de silenciar por hoy

las cosas andan con 2 tuercas

y este sistema necesita de más

palabras para funcionar

Jackobson y el puto circuito de la

comunicación!

Tarea fina (le das la copa, al fin, al vencedor)

Ay, pobrecita mírenla

ahí está todita entumecida

de cátedra

ay, sufriente marinera

de las letras

tan estoica y tan altiva

cuándo será el día

que se acuerden de tu valía?

por qué esta rima

tan rimada?

es la lejanía de mis tías?

no, es la puta cancillería!

mientras la isla se radioactiva

mi cabeza se yodiza

mientras la isla se une

mis ojos se desligan

mientras la isla se levanta

yo me planto de alegría

son las letras mi poesía

son las letras de armería

cual Ximena remanida

por el Cid acontecida

y estos días se subordinan

a la ingesta de cafeína

dos más dos serán cuatro

pero la z será s.

Intráncita

Yo no soy tu dama urbana

ni suburbana

ni tu membrana plasmática

el concepto de dama

está establecido

desde ahora

para la dama negra o blanca

y su territorio, el tablero

out “dama mía”

a partir de este año

no hay acuse de recibo

y si digo que esta me llamo

como yo quiero

sospechará de todo

de las pelusas

los pelos

en el suelo

la lengua de tu zapatilla

el algodón con quitaesmalte

en el fondo del tachito

las arañas rinconeras

los enganches de las cortinas

los adornos baratos

símil pelotudo

de un gordo sentado pelado

pero que brilla

en la aurora de la salida

del sol

del supermercado cada vez con más cartón

y menos comida

del bar con las veredas dobles

y pasos perdidos

de la lista de ganadores

del fondo del placard

esta que se llama como quiere

piensa que la belleza

se gana

en el fondo de las cosas

hay que buscar

levantar, revolver

preguntar

no hay un eco

que te guíe a esa belleza

la caída del borracho

es bella

la torcedura de tobillo

de la bailarina

es bella

el error en el análisis

de sangre

es bello

la represión

no es bella

y acá si quiero

rompo todo

porque el vacío

me reprime

me asusta, me persigue

me tapa la boca

y el cuerpo sufre, se agita

se ennegrece, se asfixia

se colorea

pero no brilla

dame un poco de eso

dónde lo conseguiste?

cómo hacés?

desde el aire

desde el aire que respiro

que lo mezclan con aceite frito

con neumáticos

con incienso

con plumas quemadas

con tabaco

con desodorantes

con polvo

desde el aire que respiro

yo te escupo

mis canciones

desentondas

plagiadas y ruidosas

desde el aire que respiro

una veta de mi misma

se oferta en una vidriera

tuneada

de noches lentjueleadas

al divino botón

desde el aire que respiro

la presa más libre

sin rejas ni cadenas

sin parches ni llaves

sin candados ni violines

una estela de placeres

en la copa violeta

verdecí

los zaptaos perdidos

antes de las 00 hs

la mejor limusina

no vendrá por mí

menos mal

tengo que aceitar mi bici

encrucijada

el presentir

es un verbo de adivinación

del olfato

de la piel

de la sensación

presentimientos

que se adelantan

en la memoria

todo lo que sucede

ya sucedió

y entonces, por qué nos volvemos

a equivocar?

es la rueda en espiral

en la que trotamos

como infames

monigotes

cortáte los hilos

desvestite

la desnudez es lo único

que tenés

de cierto

desnudez de palabras

dichas por decir

porque están para decirlas

el discurso puede provocar

atraer, desorientar, desilusionar

afectar

es ahí donde

reaccionamos

en el discurso del otro

que menos mal

no es un yo

el presentimiento

te señala el camino

pero el camino

lo caminás en círculos

como el mar rodea

a la isla

dejándola

atrapada

de sal

como el hedor

rodea a la mierda

como el dulce atrapa

al goloso

y así hasta

explotar...