Al Rey León le
habían tocado cuestiones raras e intrincadas, circunstancias en donde le
resultó complicado dar una respuesta que lo dejara relativamente bien parado,
como corresponde a un Rey.
Pero esta vez no
recordaba antecedentes que pudieran superar el estado actual de confusión, de
extrañeza y hasta de malestar estomacal.
Era uno de esos momentos en que hasta pensaba si realmente valía la pena
ser Rey. Para que tanto boato, tanto poder, tanto remilgos por parte de quienes
lo rodeaban, si luego le venían a
plantear algo que él no podía resolver.
Pues resultado que
algunos animales llegaron hasta la corte
para hacer – justamente en el Día del Animal, para colmo – un planteo
que de alguna manera podría llamarse gremial o sectorial.
Resulta que había
animales que se quejaban de la existencia de refranes que mencionaban a otros y
ninguno a su especie.
“Por ejemplo Perro que ladra, no muerde”, claramente se refiere a los perros”,
dijo un gusano de seda.
“El pez por la
boca muere es un poco lúgubre”, chilló
el murciélago, “pero al menos menciona a
los peces”.
“Hasta las moscas tienen lo suyo”, dijo el abejorro, “pues En boca cerrada, no entran
moscas”.
“Y en ese mundo capitalista, A los caballos regalados, no se le miran los dientes”, gritó desde el fondo una jirafa de cuello extendido.
“No creo que se refieran a nosotras”, dijo con tono muy irónico la serpiente, “cuando se recomienda No buscarle la quinta pata al gato o que Gatos con guantes no cazan ratones, siendo este último refrán de
doble significancia: en términos tangueriles, si Ud. me lo permite Sr. Rey, a
los gatos maulas y también a los misérrimos ratones; aunque bien nos gusta
comer a estos últimos.
“Y
tampoco, pienso yo al menos mi querida amiga”, dijo la oveja “se alude a Uds. cuando se dice que Más vale pájaro en mano, que cien volando”.
Y mirando socarronamente por encima de su hombro, le terminó diciendo “…si Uds. no tienen ni manos”.
A esta altura de la
reunión, hubo varios animales que hablaban excitadísimos a la vez, cosa que
sabía estar absolutamente prohibido en las audiencias del Rey, y el León estaba
entrando en un estado de gran confusión y nerviosismo.
“Para colmo”, objetó con voz gruesa el
oso, que por su tamaño siempre tuvo una posición de privilegio en la corte, “el chancho tiene varias menciones. Pues
además de decirse que A cada chancho le
llega su San Martín, también se lo sobresee al decir que “La culpa no es del chancho, sino de quien
le da de comer”. “Me parece y con todo respeto para vuestra investidura –
continuó - que esto es un poco excesivo”.
Aprovechando la
confusión y que ya nadie escuchaba lo que decían los demás, sino mas bien solo
su propia voz, la comadreja, vieja concejera del Rey, le habló a la oreja; “son todos una manga de envidiosos y cada
uno debería estar satisfecho con el lugar que les tocó. Ya lo ha dicho el Martín
Fierro: Cada lechón en su teta, es la
forma de mamar”.
“Tienes razón otra vez mi querida comadreja, salvadora
de mil momentos de dudas y remilgos” gruñó
el Rey moviendo lentamente la cabeza pero con una sonrisa cruel en sus labios “tendré que convencerlos de que no deben
reclamar y molestarme más por estas sonseras”.
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